Por: Beatriz de Andrés Mora
CEO Art Marketing
Ya superamos la mitad de los años para cumplir con los retos de la Agenda 2030, que con tanta ilusión nos acogimos cuando nacieron. No es el momento, ni el lugar para valorar los objetivos que esconden “los objetivos 2030”. Pero debo señalar que, como empresa, nos salimos del “club” en el año 2021 porque el tiempo, dedicación y conocimientos que son necesarios para responder a los requerimientos que plantea el Pacto Mundial, en empresas pequeñas, no es que no se cumplan, posiblemente incluso más, pero no tenemos medios para poder reportarlos. Por otro lado, en el caso de Art Marketing que somos una organización 100% deslocalizada, digitalizada y de trabajo en remoto, se hacía imposible determinadas mediciones, porque los criterios están pensados para trabajo tradicional presencial y localizado en un centro de trabajo. Por último, porque, aunque está lleno de personas bienintencionadas, como creo que somos nosotros y tú que nos lees, en el fondo de las ODS hay una pátina de duda que le quita brillo: Nadie votó esos 17 globales objetivos, casi nadie se ha leído la letra pequeña que esconden cada uno de los simples iconos del rosco de colores, y mucho menos sabemos los intereses que esconden, aunque se están tomando decisiones legislativas de enorme calado y envergadura, teniéndolos en cuenta.
Dichos estos contras, de los que no puedo extraerme, lo que es cierto es que una de las cosas buenas que nos han traído las ODS es que nos ha dado a las empresas la autoconciencia de que podemos, y debemos, ser motor para el cambio social, no solo por lo que vendemos, sino también por la forma de hacerlo, cómo producimos, y cómo tratamos a las personas que lo hacen posible. Tenemos trascendencia y una responsabilidad. Y que tomemos ese rol, sin esperar a que nos lo pidan, yendo más allá y más rápido que las legislaciones, incluso que el mercado, ha sido un gran mérito que nos han inculcado los ODS.
Hay un halo de moda que parece poner acelerador para lograr incorporar la sostenibilidad en todas las operaciones, y es cierto, ODS aparte, que como seres humanos debemos cuidar nuestra casa, respetar el planeta y sus ecosistemas, ya no por el calentamiento global (o no solo) sino porque es nuestro deber
Ya no importa el sector de funcionamiento: cultura, ONGs, industrias, universidades, instituciones gubernamentales o hasta medios de comunicación, todos ya apuestan a implementar iniciativas para coadyuvar en el proceso para superar los retos que nos hemos impuestos como ciudadanos del mundo.Sin embargo, cuando se analiza la sostenibilidad, casi siempre se le presta más atención a lo medio ambiental: el ahorro de los recursos naturales como agua o energía, la reducción del uso de papel, uso racional de las tierras, o políticas de resguardo de animales y vegetación. Un poco más distante están las dimensiones sociales y de gobernanza. Aunque hay que reconocer que muchas empresas han emprendido serias iniciativas para asegurarse atender esos requerimientos. Algunos lo hacen obedeciendo a las regulaciones europeas y españolas de sostenibilidad, otros lo hacen motu proprio. Y, finalmente, muy lejos está el componente comunicacional, donde la mayoría se mantiene en unos niveles muy precarios.
Hace poco Telefónica presentó su informe de Transparencia, donde resaltaba todas sus políticas de gobierno corporativo y los impactos que han logrado obtener en todas sus acciones institucionales. Un ejemplo significativo fue el informe revelado por Coldplay y su Music of the Spheres World Tour, donde la agrupación británica demostró que, hasta en el mundo de la música, se pueden emprender con contundencia y aplomo una conciencia sustentable. Dos estupendos ejercicios de transparencia. Ambas han tenido importante cobertura mediática, por lo cual impacta mucho más a sus audiencias.
Pero ¿qué ha de comunicarse? Como toda comunicación, esta debe ser estratégica, con un plan de acción. Los resultados sean sociales, medioambientales o de gobierno, cuantitativos o cualitativos, deben mostrarse tal y como son. Un desarrollo de un reporte minucioso, en detalle, en el que demos cuenta de las acciones emprendidas, los recursos invertidos, así como los resultados obtenidos deben ser parte de este reporte. Memorias que se convierten en un modelo de buenas prácticas para las empresas, pero también fuente informativa confiable para medios de comunicación, aliados, asociaciones y hasta para el gobierno.
Los canales utilizados para suministrar estos informes cada vez son más versátiles y accesibles. Si bien podemos mostrarlos impresos (cada vez menos recomendable con miras a eliminar el uso innecesario del papel), estos se muestran más rápidamente a través de las herramientas de comunicación digital. Las webs corporativas o sedes virtuales son la plataforma más idónea, pues facilita la consulta permanente de dichos informes. Así la información estará a disposición de las audiencias 24 horas al día, los 365 días del año.
Y es que, cada vez más, la información que solicita la audiencia rebasa la frontera de lo financiero. En el caso español, desde el 25 de noviembre de 2017 cuando se publicó en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto-ley 18/2017, en concordancia con la Directiva 2014/95/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 22 de octubre de 2014, es necesario poner más énfasis en los detalles no económicos de las actuaciones institucionales. La diversidad, la inclusión, así como las mejoras sociales, tanto para públicos internos y externos, se convierten en el punto de mayor observación nacional e internacional.
A Art Marketing y otras empresas que llevaban años con mediciones tipo BCorp, Balance del Bien Común (la herramienta de evaluación promovida por la Economía del Bien Común), por solo mencionar dos, y hasta el informe que requiere cada año el Pacto Mundial para poder seguir siendo miembro del selecto grupo, ya lo teníamos integrado en nuestros sistemas y procesos. No ha sido fácil, sobre todo para las empresas pequeñas, que, aun no teniendo obligación legal, queremos demostrar nuestra solvencia en términos de responsabilidad corporativa.
Además, Art Marketing ha tenido el gran privilegio de ser las encargadas de “poner en bonito” varias EINF de grandes multinacionales y durante varios años consecutivos. Porque la parte técnica es complicada y profunda, sobre todo cuando hay que hacer comparaciones y hay mucha información numérica. A veces el exceso de información puede suponer que el interesado se aburra o se pierda entre tanto detalle, y no llegue a dimensionar o contextualizar. Nuestra misión, desde la comunicación es hacer que toda esa información pueda ser visualizada de forma agradable, con una maquetación que, además de ser congruente con la identidad visual de la empresa, sea una prolongación del texto como la corona que resume e invita a profundizar.
Porque ¿de qué sirve que los consultores y todas las personas implicadas en hacer la EINF cada año se devanen los sesos en recopilar la información si luego a nadie le apetece leer el documento? No queremos que se quede en un trámite, la transparencia también debe reflejarse en facilitar los datos de forma comprensible con el mínimo esfuerzo posible para el lector.
Con este panorama, es esencial que se realice un esfuerzo especial en la construcción de informes de sostenibilidad con un carácter amplio y transparente. No hay tiempo de medias tintas. La situación del planeta es crítica y una actuación mancomunada y articulada de todos los actores del quehacer político, social, económico y cultural de los países es la única salida para esta crisis. Por ello, los reportes nos ayudan a precisar debilidades, pero también oportunidades de mejoras. Es imprescindible que nuestro discurso vaya en consonancia con nuestra actuación. De lo contrario, el punto de no retorno estará a la vuelta de la esquina.